Han pasado los años y el panorama no mejora. Las feministas sólo han logrado dañar nuestra mente para hacer ver el trabajo externo como el bien deseable, mientras que el hogar pierde cada vez más simpatizantes. Un mal augurio que Chesterton observó a comienzos del siglo XX y que pasados los años vemos cumplido en gran cantidad de niños abandonados por creer que el trabajo externo es superior. Pero tal como vamos esto empeorará y seguramente encontraremos fábricas desiertas, tal como lo plantea en este escrito: «Así ocurre, en mi opinión, por ejemplo, con la cuestión del feminismo y la fábrica. Igual que en gran medida con la cuestión del feminismo y muchas otras demandas, aparentemente más elevadas que la fábrica, como el tribunal de justicia y la plataforma política. Cuando veo a las mujeres tan deseosas de atarse a toda esa maquinaria de la ciudad moderna, mi primer sentimiento no es la indignación, sino esa especie de oscura compasión de mal augurio con la que veríamos a una muchedumbre que se apresura a subir a un barco que hace aguas mientras amenaza la tormenta.
Cuando veo esposas y madres dedicándose a los negocios del gobierno, no sólo lo considero un mal negocio, sino también un negocio en quiebra. Para mí es como si las campesinas, justo antes de estallar la revolución francesa, se hubieran empeñado en que las nombraran duquesas o (pues es cosa tan lógica y probable como la anterior) incluso duques.
Es como si todas aquellas mujeres hambrientas, en lugar de haber pedido a gritos pan, hubieran exigido polvos para el rostro. Para cuando hubieran llegado a lucirlos ya habrían sido las únicas en utilizarlos. Pues polvos y polveras muy pronto pasaron de moda, pero el pan nunca pasa de moda. Del mismo modo, si las mujeres abandonan la familia por la fábrica, puede que se encuentren con las fábricas desiertas.»
Washington, Estados Unidos. Marzo 2018.
En la foto anterior, vemos aunque no se ven, el trabajo decidido de madres que están en contra de las armas en los Estados Unidos. Ellas estaban determinadas a tomarse su tiempo para apoyar a sus hijos y cuidarlos. Se trasladaron desde muchos puntos del país para marchar y mostrarle al gobierno su desacuerdo. Esto no sería posible si ellas estuvieran creyendo que el éxito profesional reemplaza la labor de madre. Necesitamos fábricas llenas de personas y si la labor de madre sigue tan denigrada como ahora seguramente no tendremos descendencia ni deseos de tenerla para que ocupe puestos de trabajo y el mundo progrese tanto como lo deseamos.
Las mujeres hemos cambiado, mientras los hombres siguen igual y seguramente se preguntarán por qué razón no pueden tener un hogar tranquilo como el que tanto desean.