Sohar, Omán. Medio Oriente.
Es necesario reconocer que el título de este libro es bastante agresivo. No obstante, lo que más me ha causado curiosidad es que cuando se lo he comentado a algunas mujeres que me rodean, no han puesto ningún problema por decir generalizadamente que “las mujeres son malas”; el problema, o más bien su cara de asombro, surgió cuando leyeron la segunda parte: “los hombres son buenos por naturaleza”.
En cambio, cuando se lo he compartido a los hombres, quedan completamente preocupados por mi futuro, y hasta me han recomendado que tenga mucho cuidado.
La maldad femenina se ha tratado de muchas maneras y en muchas ocasiones, eso no es algo que ignoremos. Pero la bondad masculina es muy difícil de descubrir, cuando estamos plagados de noticias horrendas acerca de actos delictivos, en su mayoría per- petrados por hombres. Sin embargo, mi advertencia radica precis- amente en esto. No hablo en este libro de esos hombres malignos que son una minoría. Lo hago sobre el gran porcentaje restante que nos rodea en esta sociedad, pero que desafortunadamente por desinformación parece como si fueran la totalidad.
Y es debido a que las generalizaciones, al hacer énfasis sobre un tema, provocan normalmente un resultado, que me atrevo a hablar de una maldad femenina, en busca de aminorar la generalización tan grande sobre la maldad masculina.