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Los niños… ¿Cuándo iban a imaginar que los seres diseñados para alegrarles su infancia iban a reemplazarlos para acabar con la humanidad?

Museo Guggenheim. Bilbao, España.

Muchas de las razas que ahora vemos cómo mascotas, fueron diseñadas para cumplir algunos requisitos especiales con el fin de ser disfrutadas por niños de varias edades. Algunos son pequeños, otros peludos, con poco pelo, con cola larga, sin cola, tranquilos, activos en fin. Lo que nunca imaginamos es que ellos podrían reemplazar un ser viviente que sí habla palabras audibles y con sintaxis ordenada. Pero esto no es de extrañar, si estamos en una sociedad donde lo que importa es el individualismo extremo, que por cierto, hizo su mejor aparición con Descartes y su frase «Pienso, luego existo» y, que, por supuesto, fue muy adecuada para su tiempo. En aquel momento era imprescindible dejar de pensar como la manada, pero ahora después de tantos años y con la consecuente degeneración del concepto, se ha llegado a cambiar la vida de un ser humano por preferir a una mascota. A mediados del siglo XX tenían la excusa de la súper población mundial. Pero ahora que está demostrado que nuestra humanidad está cayendo vertiginosamente, ¿Qué excusa tienen para preferir mascotas y no hijos?

No existe razón lógica y «benevolente» para hacerlo, porque este castillo de la súper población se derrumbó con la realidad de la necesidad de seres humanos que habiten, cultiven, crezcan, amen, gasten, aburran y critiquen a sus progenitores. Es probable que el discurso de la población desbordada ya no lo utilicen y que surja algo peor y es el cinismo de aceptar que no quieren hijos y mejor una mascota porque en realidad son egoístas. En ese caso y en el de «tanta población», sólo podemos evidenciar una sociedad en decadencia, que entristece.

El marketing y la publicidad están pendientes de la sicología del consumidor y del comportamiento humano para entrar con fuerza en el mercado, dependiendo del producto. Mirando la historia de la publicidad, podemos observar las tendencias sociales de las épocas. Por ejemplo, a comienzos del siglo XX los afiches presentaban mujeres vestidas desde el cuello hasta los pies. Algo muy contrario a lo que vemos en la actualidad y donde el publicista prefiere hombres o mujeres «escasos de ropa» para «vender mejor». Por tanto, si vemos en el parque venta de «helados» para mascotas, de zanahoria y carne, es evidente que estamos en un cambio social muy grande. Si un emprendedor decidió utilizar a los publicistas para mostrar a sus posibles compradores a un perro como si fuera un niño, verdaderamente que esto está cambiando ante nuestros ojos y no para bien. ¿Por qué utilizan la palabra «Helado» (palabra que proporciona una de las mayores felicidades en un niño) y en un parque? Una mascota no es un hijo, así los quieran humanizar. Una mascota te hace creer buen ser humano porque así lo grites regresa a quererte. Y ahí es donde está el verdadero problema. Nos dejamos engañar en nuestras cabezas y esto es bien utilizado para hacer dinero.

Requerimos dejar atrás el egoísmo y el individualismo de esta sociedad, por el bien del futuro de nuestra humanidad. Las mascotas alegran y alegrarán nuestras vidas, las de los ancianos y las de los niños, pero no son hijos. Los hijos pueden contribuir al mejoramiento de las energías renovables, a minimizar la pobreza, a hacer una sociedad mas justa y equitativa. Necesitamos el uso de la razón de un niño, que luego será adulto, para que nuestra sociedad sea como la hemos soñado.

Las imágenes y los textos son propiedad de Paola Vélez mientras no se escriba lo contrario.

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Vivimos la mayor discriminación de parte de aquellos que marchan en contra de la discriminación. Por hablar en español.

Torre Pacheco. España.

Las personas de color, han sufrido discriminación, y han logrado objetivos inimaginables con sus grandes luchas históricas. Lo incomprensible es sentir su resentimiento y discriminación evidente contra las personas que en la escala invisible del estatus social norteamericano estamos por debajo de su rango. Es muy sencillo reconocer que los que hablamos español, estamos en el eslabón siguiente de la pirámide social invisible en este país específicamente. Pueden salir a marchar, pero algo se rompe cuando has vivido personalmente lo que ellos tanto rechazan, pero ejecutan contra quienes a su juicio somos inferiores. Es como si sus marchas fueran farsantes. Pierden su credibilidad.

Pero esto no solo sucede con las personas de color en los Estados Unidos sino que también sucede con el feminismo radical. Se podría pensar que las mujeres que representan a tantas, que en la antigüedad fueron maltratadas, serían mucho más cuidadosas con el maltrato en la actualidad. Pero de nuevo solo queda en el cerebro romántico. La verdad es que las feministas radicales son completamente agresivas con el sexo masculino, como si ellos tuvieran que pagar en este momento, lo que algunos hombres hicieron en el pasado histórico. Marchan en contra de la discriminación, pero ellas son las que mas segregan y maltratan a los hombres sólo por el hecho de ser hombres. Sienten un odio aterrador y su resentimiento sólo destruye la sociedad.

Es un círculo viciosos difícil de romper, que genera el mismo sufrimiento entre aquellos que son (o hemos sido) discriminados. Es como si el hecho de sufrir, incluso imaginariamente (es decir, por solidaridad de sexo) nos diera mágicamente el derecho de ser violentos. Entonces vemos mujeres desnudas con escritos violentos en sus cuerpos; otras tantas, haciendo grafitis y dañando la arquitectura antigua de las ciudades. Hombres de color junto con los que no los son, pero que no están de acuerdo con la discriminación (con solidaridad de raza), decapitando estatuas, pintando muros, para obligar a los demás a respetar por obligación. Pero el respeto debe comenzar en el interior de cada uno de nosotros hacia cada persona que se cruza en el camino. A cada hombre que no tiene la culpa de haber nacido hombre. Y a cada inmigrante o no que habla español, mandarín, inglés, portugués y demás…

Los que marchan no son respetuosos, sino que parecen vándalos que quieren ver arder. Así no solucionarán nada. No podemos llenar la humanidad de acciones violentas para acabar con las acciones violentas, esto es ilógico. La diferencia y por tanto la solución, comienza cuando cada uno de nosotros tratamos de la mejor manera a las personas que nos rodean, incluyendo los extranjeros, los de otras razas, los de nuestro sexo contrario, o con quién convivimos continuamente. Así construimos una humanidad reconciliada. Esto sí es un verdadero progreso.

https://paolavelez.com/2020/06/09/el-verdadero-progresista-es-el-que-toma-el-camino-de-regreso-al-origen-para-comenzar-de-nuevo-c-s-lewis-la-familia-en-cuarentena-obligatoria-es-el-origen/

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El verdadero progresista es el que toma el camino de regreso al origen para comenzar de nuevo (C. S. Lewis). La familia en cuarentena obligatoria es el origen…

 

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Catedral de la Sagrada Familia. Barcelona, España. Cuando querer tener una familia era sospechoso…

La frase de C. S. Lewis sobre El Progreso es muy adecuada en estos tiempos: «Todos queremos progreso, pero si estás en el camino equivocado, El Progreso significa dar la media vuelta y volver al camino correcto; en ese caso el hombre que vuelve más pronto es el más progresista.» (C. S. Lewis. Contraportada de Mero Cristianismo, Editorial Andres Bello, Chile. 1994).

En diciembre del año 2019 la vida era muy distinta a lo que estamos viviendo en medio de esta pandemia producida por el covid-19. La familia original estaba completamente desvirtuada y en muchos aspectos el simple hecho de querer conformar alguna, era motivo de sospecha. Era como si un infiltrado se estuviera metiendo dentro de los nuevos valores de la modernidad. Estos valores, que incluyen no tener hijos sino mascotas, relaciones abiertas donde cada uno hace lo que le da la gana con su dinero y con su cuerpo, estaban en la boca de tantos jóvenes que creían tener toda la verdad. Cualquiera que pensara diferente simplemente era de la antigüedad.

Los millennials se veían como esos seres que tenían al mundo global en sus manos, mientras que con temor algunos tratábamos de mantener el modelo de familia original, sin importar las miradas de sospecha de aquellos que silenciosamente nos acusaban. De repente entró la pandemia en nuestras vidas e inmediatamente todo se ajustó al origen olvidado. Las familias comenzaron a vivir juntas, y los millennials descubrieron que en realidad no tienen el mundo global en sus manos, sino que en cualquier momento algo invisible los deja quietos en el lugar en donde nunca han querido estar, en un hogar.

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Palacio de Versalles. Francia. Cuando los Millennials creían que el mundo global les pertenecía y querían vivir lejos de su hogar.

Aquellos que hemos venido entrenando, para vivir esa vida antigua, simplemente seguimos este momento sin ninguna tristeza, sino más bien disfrutando con más tranquilidad de aquello que ya veníamos utilizando tiempo atrás. No fuimos tomados por sorpresa sin saber cocinar, u odiando cocinar. No fuimos tomados por sorpresa con el ataque silencioso de la ropa sucia, y el polvo rondando por la casa. Tampoco fuimos tomados por sorpresa a causa de la quietud. Simplemente regresamos a aquello que nos habían quitado sin darnos cuenta en las fábricas de la época de la industrialización. Los hombres y también las mujeres regresaron al lugar de donde nunca debieron haber salido. Por eso ahora sí estamos progresando realmente. El Covid-19 nos ayudó a dar la media vuelta para regresar hasta el camino en que nos habíamos desviado, pensando que el progreso estaba en medio del mundo acelerado, sin familia, y acompañados por una mascota. De niños abandonados con sus empleadas. Y de hombres y mujeres compitiendo por el poder en los pocos hogares que todavía se mantenían. El Covid-19 nos obligó a valorar la persona cercana que no tuvo a dónde irse. Nos confirmó que tener una pareja y sacrificarnos por otro es mejor que ser individualista y vivir únicamente para sí mismo. Descubrimos que las personas con las que compartimos tantas horas al día tal como era antiguamente, se parecen en realidad a toda la humanidad. No necesitamos salir hacia los confines lejanos para encontrar libertad y conocer seres distintos, porque la verdadera libertad está en la propia casa. Afuera hay tapabocas y reglas más estrictas que las que podemos encontrar en nuestros aposentos.

Este es el verdadero progreso y ojalá como humanidad no nos volvamos a desviar del verdadero camino del hogar libre y feliz.

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¿La cantidad de suicidios masculinos es característico de nuestra época?

Todos los textos y fotografías son propiedad de Paola Vélez mientras no se indique los contrario.

 

 

 

 

 

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Cómo mantener las relaciones en el núcleo familiar en tiempos de aislamiento social. Día 31 de «125 Días»

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Museo de Louvre. París, Francia.

Pero siempre que hacemos un bien por otro, simplemente porque es un individuo hecho (como nosotros) por Dios, y deseando su felicidad tal como deseamos la nuestra, habremos aprendido a amar un poquito más o por último a rechazar menos.

C. S. Lewis

Cuando llegué a la habitación, después de hablar con Jaime para la venta de los pies de gato -finalmente no pude vender nada- me di cuenta que Robert seguía leyendo y escuchando música mientras Brian dormía. Eran momentos muy desesperantes para mí, pues lo único que quería era evolucionar, salir a hacer algo. Comencé a arreglar mi morralote, para no perder tanto tiempo; Robert hizo lo mismo, ya que había entrado en desesperación también. Después de todo el ruido que hicimos, Brian se levantó, por fin. Ya era casi el medio día. Estaba preocupada porque era mejor salir en la mañana a hacer auto stop, que en la tarde.

Preparamos algo de desayuno, y luego nos fuimos a tomar un bus que nos dejaría en las afueras del pueblo que seguía después de Quito. Allí nos paramos durante un tiempo, hasta que paró un señor, en una camioneta con platón. Brian y Robert estaban muy contentos, al igual que yo; definitivamente era una buena forma de viajar. Ellos casi siempre vivían de acuerdo, pues se habían conocido de toda la vida.

Llegamos hasta Ambato. Allí la gente nos decía que no fuéramos hasta el pueblo llamado Baños, porque de pronto explotaba el volcán, que habían puesto en alerta amarilla. Ellos querían escalar el volcán, y yo sólo encontrar los escaladores que vivían allá. Tomamos definitivamente el bus hacia Baños, aunque sentíamos un poco de miedo, especialmente en el momento en que vimos la fumarola en frente nuestro y de manera real.

Cuando entramos al pueblo todo se veía normal. Era un pueblo triste; se notaba que las cosas no estaban como antes; los precios habían bajado, y eso iba en beneficio nuestro, pues todo nos saldría más económico.

Averiguamos un hotel en frente de la plaza; ya era muy tarde, y no podíamos buscar la dirección que Jaime nos había dado de uno recomendado. La chica nos dio un buen precio por la habitación para los tres, y además tenía baño privado.

En el momento que ellos se fueron, aproveché, como toda una latinoamericana con «malicia indígena”, y le propuse a la chica que hiciéramos un trueque. Le plantee darle algo de lo que estaba vendiendo, es decir, que escogiera algún anillo o collar, a cambio del hospedaje, y ella aceptó. En ese momento hice un trato sin que los muchachos se dieran cuenta. ¿Y por qué? Porque de alguna manera era pecado. Era pecado, porque: primero, lo hice a escondidas (eso demostraba que algo no era correcto), y segundo, no quise compartir con ellos el beneficio recibido. Mi mente me decía que ese favor solo me lo merecía yo, porque no tenía dinero, y en cambio Brian y Robert tenían dólares. Pero ese no era el punto, la verdad era mi falta de caridad. Esa virtud que tiene un nombre en desuso, fue descrita correctamente por C. S. Lewis, en su contexto original. La caridad no es solo limosna, que finalmente es la degeneración de la palabra, en realidad significa amor como lo entendemos los cristianos. Así lo explica: «En primer lugar en cuanto al significado de la palabra «caridad” – «hacer una caridad” ahora significa simplemente lo que solía llamarse «limosna”, esto es dar a los pobres. Originalmente tenía un sentido mucho más amplio. (Pueden ver cómo adquirió el sentido moderno. Si un hombre tiene «caridad” dar a los pobres es una de las cosas más obvias que hace, y así la gente llegó a usar el término como si de eso se tratara toda la caridad) […] Caridad significa «amor, en el sentido cristiano”. Pero amor en el sentido cristiano, no significa una emoción. Es un estado no de los sentimientos sino de la voluntad; el estado de la voluntad que tenemos naturalmente respecto a nosotros mismos y que debemos aprender a tener respecto a otras personas. […] El que naturalmente nos guste (este «gusto” natural no es ni un pecado ni una virtud. Es simplemente un hecho. Pero, por supuesto, lo que hacemos con ello es o pecaminoso o virtuoso) o tengamos afecto por algunas personas facilita ser caritativos con ellas. […] No pierdas el tiempo preguntándote si amas a tu prójimo; actúa como si lo hicieras. Tan pronto como hacemos esto, descubrimos uno de los grandes secretos. Cuando te comportas como si amaras a alguien, pronto llegarás a amarlo. Si dañas a alguien que te disguste, te encontrarás con que te disgusta más. Si haces algo bueno por él, te encontrarás con que te disgusta menos […] Pero siempre que hacemos un bien por otro, simplemente porque es un individuo hecho (como nosotros) por Dios, y deseando su felicidad tal como deseamos la nuestra, habremos aprendido a amar un poquito más o por último a rechazar menos.” 84
Mi actitud nada tenía que ver con un comportamiento de amor cristiano. Por el contrario, me comporté como si nunca hubiera sabido de la existencia de Dios. Dejé de hacer un bien a personas que tal vez no lo merecían, -según mi punto de vista- especialmente Robert. Pero como lo dijo C. S. Lewis, esa acción hacía que cada vez me disgustara mucho más la existencia de Robert. Si hubiera hecho algo por ellos, si hubiera compartido con ellos lo que tenía, seguramente los hubiera aprendido a amar y, por lo tanto, me disgustarían menos. El apóstol Pablo, que sí tenía claro el concepto de caridad, en la época de la Iglesia primitiva, después, claro, de haber sido una persona completamente anti-caritativa antes de su conversión, cuando mandaba matar a los primeros cristianos, dejó una gran recomendación a las personas que vivían en Éfeso. Les pidió que no permitieran que su insensible corazón gobernara sus acciones. Si lo hacían de esa forma no gozarían de la vida, porque odiarían cada vez más. Aconsejó: «Esto, pues, es lo que les digo y les encargo en el nombre del Señor: que ya no vivan más como los paganos, los cuales viven de acuerdo con sus inútiles pensamientos y tienen oscurecido el entendimiento. Ellos no gozan de la vida que viene de Dios, porque son ignorantes a causa de lo insensible de su corazón.” 85
Pero siempre que hacemos un bien por otro, simplemente porque es un individuo hecho (como nosotros) por Dios, y deseando su felicidad tal como deseamos la nuestra, habremos aprendido a amar un poquito más o por último a rechazarmenos.

C. S. Lewis

¿Sabemos que si maltratamos más a la persona que no nos gusta, terminaremos queriéndola menos?

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84 C. S. Lewis (1994). Mero Cristianismo. Editorial Andrés Bello. Chile. Pág. 109
http://www.paolavelez.com

Todos los textos y fotografías que aparecen en la publicación son propiedad intelectual de Paola Vélez a no ser que se especifique lo contrario.

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¿Qué tan virtuosos nos ven los que nos rodean?

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Caravaca De la Cruz, España.

Después de escuchar atentamente mi anhelo de regresar a Colombia lo más pronto posible, él me dijo que quería invitarme a cenar en la noche. Expresó su deseo de ayudarme, aunque sólo fuera invitándome a comer. Yo le dije que esa era una gran ayuda y que se lo agradecía de corazón.

Me fui hacia el lugar donde había comprado el tour hacia el Parque Nacional de las Torres del Paine en la Patagonia chilena, y le pagué a la dueña. Una señora muy simpática que entendía la diferencia entre el estilo de vida económico de un latino y de un turista que venía de algún país desarrollado. Esa fue la razón principal para que me hubiera hecho un descuento tan especial. Me dijo que pasaban a recogerme en el hotel a las siete de la mañana.

Entré a la habitación y me quedé mirando hacia el techo, que por cierto era bastante lindo. Tenía listones ordenados en madera de color blanco. Le di gracias a Dios por todas esas personas que me rodeaban con su ayuda y además por darme la oportunidad de sentirme como una turista adinerada que podía tomar un tour privado tan costoso, hacia un lugar tan lejano y particular.

Me metí al baño para disfrutar esa sensación de limpieza que había sido tan esquiva los últimos días. Mi cuerpo lo pedía a gritos. Afortunadamente tenía ropa limpia que había podido lavar en la casa de Maritza en Valdivia, especialmente las medias que son las más necesarias. El viento comenzó a soplar con mucha fuerza, un fenómeno para mí, pero que era muy común para los que vivían allá. Emitía sonidos como los de las películas de terror.

El joven llegó al hotel a recogerme muy puntual. Me preguntó que quería comer; entonces le dije que estaba muy antojada de comer una pizza vegetariana con bastante ajo. Propuso que fuéramos a una pizzería donde también había computadores para navegar en internet. Esa pizzería la había visto antes, pero por razones económicas solo la había visto con deseo. No podía creer que Dios me estuviera dando semejante regalo a través de aquel hombre. Pero fue aún más increíble cuando pidió una botella de vino blanco para acompañarla. Brindamos con unas copas muy hermosas por todos los viajes que nos faltaban por realizar en el futuro.

Me contó que, al otro día, se tenía que ir de madrugada hacia el refugio, así que ya no nos íbamos a volver a ver. Me entregó una dirección para que yo le escribiera contándole mi buen regreso a Colombia. A medida que avanzaba el tiempo, el viento se iba volviendo más fuerte. Él aseguró que algunas veces habían sentido vientos de hasta 180 kilómetros por hora, especialmente en verano.

Me acompañó hasta el hotel y allí en la puerta me deseó un buen regreso a Colombia. Le agradecí con mi alma por ayudarme con tan buenos sentimientos a pasar momentos especiales sin esperar nada a cambio. También le dije que anhelaba que se pudiera casar con su novia holandesa para que fuera feliz. Se notaba claramente que era un hombre virtuoso, de buenos sentimientos. Un candidato ideal para recibir parte de los beneficios del cielo aquí en la tierra. Él entrena desde ahora sus virtudes para usarlas cuando estemos frente a nuestro Padre y nuestro prójimo en el cielo. C. S. Lewis dice que, si no poseemos algún indicio de las virtudes en nuestra vida interior, es difícil que algo externo pueda crearlas para disfrutarlas como se debe y como Dios nos las preparó. No creo que sus buenas acciones sólo fueran ocasionales, y que su buen corazón sólo hubiera sido evidente conmigo, era incuestionable que las practicaba regularmente y por esa misma razón hacían parte de su vida interior. Lewis habla lo siguiente sobre la virtud: “Hay un punto más acerca de las virtudes que deberíamos hacer notar. Existe una diferencia entre llevar a cabo una acción justa o templada y ser un hombre justo y templado. Alguien que no es un buen jugador de tenis podría de vez en cuando dar un buen golpe. Lo que queremos decir por un buen jugador es un hombre cuyos ojos, músculos y nervios han sido tan entrenados por innumerables buenos golpes que ahora se puede confiar en ellos. Tienen un cierto tono o cualidad que están ahí incluso cuando no están jugando, del mismo modo que la mente de un matemático posee un cierto hábito y punto de vista que permanecen incluso cuando no se dedica a las matemáticas. Del mismo modo, un hombre que persevera en hacer buenas acciones adquiere al final una cierta cualidad de carácter. Y entonces es a esa cualidad, antes que a sus acciones en particular, a lo que nos referimos cuando hablamos de “virtud”. […] la verdad es que las buenas acciones llevadas a cabo por motivos equivocados no ayudan a construir la cualidad interna o característica llamada “virtud”, y es esta cualidad o característica la que importa realmente. […] Podríamos pensar que Dios sólo quiere la simple obediencia a un conjunto de reglas, mientras que lo que quiere es personas de una determinada manera de ser. […] Podríamos pensar que las “virtudes” son sólo necesarias en la vida presente… que en el otro mundo podremos dejar de ser justos porque no hay nada por qué disputar, o dejar de ser valientes porque allí no hay ningún peligro. […] pero habrá todo tipo de ocasiones para ser la clase de personas en las que podríamos convertirnos sólo como resultado de haber llevado a cabo tales acciones en la tierra. […]  si las personas no tienen al menos un indicio de tales cualidades en su interior, ninguna condición externa posible podría crear un “cielo” para ellas… es decir, hacerlas felices con la profunda, intensa, inamovible felicidad que Dios nos tiene reservada.” [1]

De esa manera debemos ser reconocidos por las personas que nos conocen, como hombres y mujeres que vivimos una vida virtuosa y no solo haciendo el bien ocasionalmente. Es precisamente lo que Dios espera de nosotros cuando nos convertimos en cristianos. Nuestra vida no puede ser la misma porque poco a poco debemos crecer en el camino de la salvación, y esto lleva de por sí un comportamiento virtuoso evidente. Como dice el apóstol Pedro, somos piedras vivas con comportamientos que hablan, con las cuales Dios edifica un templo espiritual que a su vez se vuelve más poderoso con las obras virtuosas que hacemos hacia los demás. Él escribe: “Por lo tanto, desháganse de toda mala conducta. […] Como bebés recién nacidos, deseen con ganas la leche espiritual pura para que crezcan a una experiencia plena de la salvación. Pidan a gritos ese alimento nutritivo ahora que han probado la bondad del Señor. […] Ahora ustedes se acercan a Cristo, quien es la piedra viva principal del templo de Dios. […] Y ustedes son las piedras vivas con las cuales Dios edifica su templo espiritual. […] Por la mediación de Jesucristo, ustedes ofrecen sacrificios espirituales que agradan a Dios. […] Pero ustedes no son así porque son un pueblo elegido. Son sacerdotes del Rey, una nación Santa, posesión exclusiva de Dios. Por eso pueden mostrar a otros la bondad de Dios, pues Él los ha llamado a salir de la oscuridad y entrar en su luz maravillosa. […] Procuren llevar una vida ejemplar entre sus vecinos no creyentes. Así, por más que ellos los acusen de actuar mal, verán que ustedes tienen una conducta honorable y le darán honra a Dios cuando él juzgue al mundo.” [2]

¿Los que nos rodean podrían decir que somos virtuosos? o que, ¿ocasionalmente hacemos acciones que expresan nuestras virtudes?

[1] C. S. Lewis (2006). Mero cristianismo. Editorial Rayo. New York, U. S. A. pp. 94-96.

[2] 1 Pedro 2:1-12 NTV (Nueva Traducción Viviente)

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¿Las mujeres somos más dóciles cuando nos educamos?

Aquí está el mejor antídoto contra la corrupción en nuestros países… Día 113 de “125 Días”.

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¿Las mujeres somos más dóciles cuando nos educamos?

Opera Garnier, París.

Una visión de una escritora del siglo XIX…

“De la misma manera, Concepción Arenal en el siglo XIX, suponía también de manera utópica, que si la mujer podía tener acceso a la educación, las cosas cambiarían drásticamente en la vida doméstica; decía que la mujer educada sería mucho más suave y comprensiva con su esposo, y que además sería mucho menos agresiva. Ella idealizó lo siguiente: “La mujer educada sentirá y comprenderá mejor, tendrá más elevación para pensar y más delicadeza para sentir, y será con su marido más razonable y más amante. La mujer que ha de ser madre ha recibido de la naturaleza una paciencia casi infinita, y debiendo por su organización sufrir más, es más sufrida que el hombre. Su mayor impresionabilidad la hace menos firme; su sensibilidad mayor la hace más compasiva y más amante. Por más derechos que le concedan las leyes, la mujer a impulsos de cariño, cederá siempre su derecho; callará sus dolores para ocuparse en los de su padre, su marido o sus hijos; la abnegación será uno de sus mayores goces; dará con gusto mucha autoridad por un poco de amor, y suplirá, con la voz dulce y persuasiva que Dios le ha dado, la fuerza que le negó.

No queremos ni tememos conflictos de autoridad en la familia bien ordenada, de que el hombre será siempre el jefe, no el tirano. Así como no vemos diferencias de inteligencia en los niños de diferente sexo, vemos muchas de carácter. La niña es desde luego más dócil, más dulce, más cariñosa, menos egoísta: es ya el germen de la madre, que ensaya con sus muñecas lo que más adelante hará con sus hijos.” 

¿Será que lo que pensó dicha escritora en aquel entonces, se está cumpliendo hoy? ¿Las niñas son más dóciles, más dulces, más cariñosas, más abnegadas y menos egoístas?”

Concepción Arenal (1989). La mujer del porvenir, la mujer de su casa. Ediciones Orbis. Barcelona, España. pp. 16-18.

Fragmento de: Paola Vélez. “Las Mujeres Son Malas, Los Hombres Son Buenos Por Naturaleza”. Página 124, 125. Apple Books. www.paolavelez.com

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