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Debemos dejar de gritar al patriarcado y mas bien, podemos mirar la bondad inimaginada de los hombres.

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Mosque Sultán Qaboos, Omán.

Al terminar de leer la novela «Blattaria» de Alfonso Florido, es imposible no pensar en lo que estamos haciendo mal como mujeres con respecto a nuestros esposos y a los hombres en general de nuestra sociedad. Él la escribió con el objetivo de denunciar la violencia hacia los hombres por parte de las mujeres. Y precisamente coincidió con la muerte de un músico mexicano Armando Vega Gil quien decidió suicidarse debido a la acusación de una mujer sobre acoso sexual cuando era una niña de 13 años. En su carta que publicó en Twiter antes de morir dijo que prefería suicidarse y dejarle el camino abierto a su hijo, con un final terrible (al dejarlo huérfano) que vivir un terror constante sin final. Esa acusación la lanzó una mujer sin tener pruebas de ninguna clase por el tiempo transcurrido, pero sin pensar siquiera en las consecuencias para la vida del músico y de su familia.

¿Qué nos puede hacer pensar que esta acusación contra el músico mexicano es verdadera? Destruyó su vida pública, también su vida física y sin pruebas. Y esto sucede porque las mujeres feministas radicales están al acecho tratando de exterminar a los hombres de cualquier manera. Esto no significa que las acusaciones actuales contra el abuso de hombres hacia las mujeres no sean una realidad, pero sí debe dejarnos preguntas profundas sobre lo ligeros que podemos llegar a ser al creer lo que dice una mujer sólo por ser mujer. Y este mal es el que denuncia Alfonso  Florido en su novela, porque esta situación la viven a diario muchos hombres en España debido a las leyes tan desiguales en este sentido. Si la mujer decide denunciar falsedades incluso, sólo por venganza, le creen únicamente por ser mujer y el hombre ya es culpable por ser hombre. Por supuesto trae consecuencias muy duras como alejar a los padres de los hijos o muchas veces hasta la cárcel con mentiras inventadas.

Las mujeres feministas radicales deberían dejar de gritar al odiado patriarcado como ahora lo denominan, y mas bien encontrar esa parte masculina tan bondadosa que se niegan a revisar. Están tan pendientes de todas las jugadas masculinas para caerles encima y destruirlos, que no tienen tiempo de reconocer que los hombres son sencillos y con un corazón muy delicado que se puede destruir fácilmente así ellos no nos lo quieran demostrar. ¿Acaso ellos están pendientes todo el tiempo de nuestras caídas cómo esposas, mujeres o madres? Ellos no están fijándose en los detalles y por eso son libres y nos dejan ser libres. Esto es lo que debemos aprender de los hombres.

Paola Vélez