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¿Qué tan virtuosos nos ven los que nos rodean?

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Caravaca De la Cruz, España.

Después de escuchar atentamente mi anhelo de regresar a Colombia lo más pronto posible, él me dijo que quería invitarme a cenar en la noche. Expresó su deseo de ayudarme, aunque sólo fuera invitándome a comer. Yo le dije que esa era una gran ayuda y que se lo agradecía de corazón.

Me fui hacia el lugar donde había comprado el tour hacia el Parque Nacional de las Torres del Paine en la Patagonia chilena, y le pagué a la dueña. Una señora muy simpática que entendía la diferencia entre el estilo de vida económico de un latino y de un turista que venía de algún país desarrollado. Esa fue la razón principal para que me hubiera hecho un descuento tan especial. Me dijo que pasaban a recogerme en el hotel a las siete de la mañana.

Entré a la habitación y me quedé mirando hacia el techo, que por cierto era bastante lindo. Tenía listones ordenados en madera de color blanco. Le di gracias a Dios por todas esas personas que me rodeaban con su ayuda y además por darme la oportunidad de sentirme como una turista adinerada que podía tomar un tour privado tan costoso, hacia un lugar tan lejano y particular.

Me metí al baño para disfrutar esa sensación de limpieza que había sido tan esquiva los últimos días. Mi cuerpo lo pedía a gritos. Afortunadamente tenía ropa limpia que había podido lavar en la casa de Maritza en Valdivia, especialmente las medias que son las más necesarias. El viento comenzó a soplar con mucha fuerza, un fenómeno para mí, pero que era muy común para los que vivían allá. Emitía sonidos como los de las películas de terror.

El joven llegó al hotel a recogerme muy puntual. Me preguntó que quería comer; entonces le dije que estaba muy antojada de comer una pizza vegetariana con bastante ajo. Propuso que fuéramos a una pizzería donde también había computadores para navegar en internet. Esa pizzería la había visto antes, pero por razones económicas solo la había visto con deseo. No podía creer que Dios me estuviera dando semejante regalo a través de aquel hombre. Pero fue aún más increíble cuando pidió una botella de vino blanco para acompañarla. Brindamos con unas copas muy hermosas por todos los viajes que nos faltaban por realizar en el futuro.

Me contó que, al otro día, se tenía que ir de madrugada hacia el refugio, así que ya no nos íbamos a volver a ver. Me entregó una dirección para que yo le escribiera contándole mi buen regreso a Colombia. A medida que avanzaba el tiempo, el viento se iba volviendo más fuerte. Él aseguró que algunas veces habían sentido vientos de hasta 180 kilómetros por hora, especialmente en verano.

Me acompañó hasta el hotel y allí en la puerta me deseó un buen regreso a Colombia. Le agradecí con mi alma por ayudarme con tan buenos sentimientos a pasar momentos especiales sin esperar nada a cambio. También le dije que anhelaba que se pudiera casar con su novia holandesa para que fuera feliz. Se notaba claramente que era un hombre virtuoso, de buenos sentimientos. Un candidato ideal para recibir parte de los beneficios del cielo aquí en la tierra. Él entrena desde ahora sus virtudes para usarlas cuando estemos frente a nuestro Padre y nuestro prójimo en el cielo. C. S. Lewis dice que, si no poseemos algún indicio de las virtudes en nuestra vida interior, es difícil que algo externo pueda crearlas para disfrutarlas como se debe y como Dios nos las preparó. No creo que sus buenas acciones sólo fueran ocasionales, y que su buen corazón sólo hubiera sido evidente conmigo, era incuestionable que las practicaba regularmente y por esa misma razón hacían parte de su vida interior. Lewis habla lo siguiente sobre la virtud: “Hay un punto más acerca de las virtudes que deberíamos hacer notar. Existe una diferencia entre llevar a cabo una acción justa o templada y ser un hombre justo y templado. Alguien que no es un buen jugador de tenis podría de vez en cuando dar un buen golpe. Lo que queremos decir por un buen jugador es un hombre cuyos ojos, músculos y nervios han sido tan entrenados por innumerables buenos golpes que ahora se puede confiar en ellos. Tienen un cierto tono o cualidad que están ahí incluso cuando no están jugando, del mismo modo que la mente de un matemático posee un cierto hábito y punto de vista que permanecen incluso cuando no se dedica a las matemáticas. Del mismo modo, un hombre que persevera en hacer buenas acciones adquiere al final una cierta cualidad de carácter. Y entonces es a esa cualidad, antes que a sus acciones en particular, a lo que nos referimos cuando hablamos de “virtud”. […] la verdad es que las buenas acciones llevadas a cabo por motivos equivocados no ayudan a construir la cualidad interna o característica llamada “virtud”, y es esta cualidad o característica la que importa realmente. […] Podríamos pensar que Dios sólo quiere la simple obediencia a un conjunto de reglas, mientras que lo que quiere es personas de una determinada manera de ser. […] Podríamos pensar que las “virtudes” son sólo necesarias en la vida presente… que en el otro mundo podremos dejar de ser justos porque no hay nada por qué disputar, o dejar de ser valientes porque allí no hay ningún peligro. […] pero habrá todo tipo de ocasiones para ser la clase de personas en las que podríamos convertirnos sólo como resultado de haber llevado a cabo tales acciones en la tierra. […]  si las personas no tienen al menos un indicio de tales cualidades en su interior, ninguna condición externa posible podría crear un “cielo” para ellas… es decir, hacerlas felices con la profunda, intensa, inamovible felicidad que Dios nos tiene reservada.” [1]

De esa manera debemos ser reconocidos por las personas que nos conocen, como hombres y mujeres que vivimos una vida virtuosa y no solo haciendo el bien ocasionalmente. Es precisamente lo que Dios espera de nosotros cuando nos convertimos en cristianos. Nuestra vida no puede ser la misma porque poco a poco debemos crecer en el camino de la salvación, y esto lleva de por sí un comportamiento virtuoso evidente. Como dice el apóstol Pedro, somos piedras vivas con comportamientos que hablan, con las cuales Dios edifica un templo espiritual que a su vez se vuelve más poderoso con las obras virtuosas que hacemos hacia los demás. Él escribe: “Por lo tanto, desháganse de toda mala conducta. […] Como bebés recién nacidos, deseen con ganas la leche espiritual pura para que crezcan a una experiencia plena de la salvación. Pidan a gritos ese alimento nutritivo ahora que han probado la bondad del Señor. […] Ahora ustedes se acercan a Cristo, quien es la piedra viva principal del templo de Dios. […] Y ustedes son las piedras vivas con las cuales Dios edifica su templo espiritual. […] Por la mediación de Jesucristo, ustedes ofrecen sacrificios espirituales que agradan a Dios. […] Pero ustedes no son así porque son un pueblo elegido. Son sacerdotes del Rey, una nación Santa, posesión exclusiva de Dios. Por eso pueden mostrar a otros la bondad de Dios, pues Él los ha llamado a salir de la oscuridad y entrar en su luz maravillosa. […] Procuren llevar una vida ejemplar entre sus vecinos no creyentes. Así, por más que ellos los acusen de actuar mal, verán que ustedes tienen una conducta honorable y le darán honra a Dios cuando él juzgue al mundo.” [2]

¿Los que nos rodean podrían decir que somos virtuosos? o que, ¿ocasionalmente hacemos acciones que expresan nuestras virtudes?

[1] C. S. Lewis (2006). Mero cristianismo. Editorial Rayo. New York, U. S. A. pp. 94-96.

[2] 1 Pedro 2:1-12 NTV (Nueva Traducción Viviente)

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¿Las mujeres somos más dóciles cuando nos educamos?

Aquí está el mejor antídoto contra la corrupción en nuestros países… Día 113 de “125 Días”.

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Día 105 de la Segunda parte de «125 Días».

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Finca las Guacamayas. Alpujarra, Tolima.

DÍA 105

Después de terminar la jornada de venta de anillos en el muelle de Valdivia, llegué a la casa de Maritza, pero ella no se encontraba. Carlos estaba esperándome para que nos fuéramos hacia el Hogar de Cristo, a esperar que saliera Maritza de su jornada de voluntariado. Cuando llegamos, el atardecer estaba haciendo de las suyas, al exacerbar lo más hermoso de las paredes, las flores, los camiones y hasta el asfalto con el color del sol. Se veía como nunca. Les dije que nos tomáramos unas fotografías para la posteridad. En realidad, no quería olvidarlos en el resto de vida que me queda por vivir. Carlos nos tomó la fotografía a Maritza, a Cristian y a mí.

En ese momento, Nancy estaba en la parte de adentro, separando una ropa que les había acabado de llegar en unas bolsas negras de plástico muy grandes. Cuando la vi haciendo eso, tan dedicada, recordé el día en que me había quedado en la habitación al lado de esos señores. Ya los observaba desde un punto de vista más amable, y ni siquiera los demeritaba en mi mente. Incluso entróuno de ellos quehabía visto como vendedor callejero en el muelle y nos saludamos como viejos amigos. La ropa que venía en las bolsas, era de segunda, y la enviaban para los del Hogar. Ellas la separaban para entregar cierta ropa a determinadas personas. Todos nos pusimos en la misma tarea y luego a dejar en las mismas bolsas lo que no se iba a utilizar en ese momento. El olor era muy desagradable y no podía dejar de imaginarme cantidad de ácaros volando en el aire. Pero Nancy no se imaginaba nada o simplemente no le ponía atención, porque no expresaba ningún desagrado en esa labor. Ella estaba haciendo ese trabajo con el único sentido de dar. Completamente comprometida con la causa de amor hacia estos seres humanos que no vivían en las mejores condiciones. No tenían que motivarla externamente para que estuviera allí en silencio. El amor era su mayor motivación. Eso expelía por los poros. Y su actitud difería bastante de muchos cristianos protestantes que necesitan escuchar continuamente motivaciones externas del pastor para poder servir con amor a los más desposeídos. El escritor Bill Hybels en su libro Simplifica, narra una conversación que sostuvo con el pensador y escritor Dallas Willard, donde tocan el tema del servicio. Dallas le dice a Bill Hybels que su ánimo decae cuando descubre que muchos cristianos necesitan motivación adicional para servir en sus iglesias y para ayudar a los que lo necesitan. Este tema surge después de la recomendación de Hybels sobre tener un versículo clave que levante nuestro ánimo en momentos en que más lo necesitemos. Nos da un ejemplo sobre su versículo predilecto que es 1 Corintios 15:58. Allí habla en la segunda parte sobre “abundar en el trabajo del Señor”. Esto quiere decir que en nuestra vida los frutos de nuestro amor y servicio por los demás deben ser abundantes, y eso lo estaba demostrando Nancy con su actitud de amor cristiano.

Hybels escribe lo siguiente: “Mi versículo saca lo mejor de mí. […] Otra traducción (de 1 de Corintios 15:58)[1]dice: “Trabajen siempre para el Señor con entusiasmo”. No hay flexibilidad en este versículo. No hay camino intermedio. Trabajar con entusiasmo no deja sitio para un “si es conveniente”, ni hacerle una pequeña concesión a Dios, ni rezongar de vez en cuando en Su trabajo. “Abundar siempre” significa que “estoy entrando en ello todo el tiempo”. Pablo pone el listón todo lo alto que puede estar. Escoge dos palabras –siempre y abundar- que suenan a algo lleno. Todos los días, llueva o nieve, pase lo que pase, aunque tus biorritmos estén bajos o los planetas no estén alineados a tu gusto, “abunda siempre en el trabajo del Señor”. Todos los días haz avanzar Sus propósitos adrede, estratégicamente y con pasión. […] Jesús hace que Pablo parezca un peso ligero. Este mundo importa, dice Jesús. ¡Ve! Haz el trabajo de Dios mientras todavía es de día, porque llega una época en la que la oscuridad caerá y ya no serás capaz de trabajar para Dios. Pero hoy puedes avanzar en Sus propósitos. “Mi Padre es glorificado cuando ustedes dan mucho fruto y muestran así que son mis discípulos.”

No solo unas nociones de fruta, dice Jesús. No solo una semilla de vez en cuando. Debemos llevar mucho fruto con nuestra única vida. La vida pasa rápidamente, así que abunda en el trabajo del Señor y lleva mucho fruto, porque llega la noche. Hace años tuve el privilegio de entrevistar a Dallas Willard, […] Después de terminar la entrevista formal, le pregunté a Dallas si había algo que le hacía bajar el ánimo. “Te diré lo que me baja el ánimo –dijo sin perder un segundo-. Me molesta que haya seguidores de Cristo que necesiten tantos ánimos y engatusamientos para hacer el trabajo de Dios en el mundo. Conozco a muchos pastores que deben rogar a la gente que se presente a los eventos. Deben rogar a la gente que usen sus dones espirituales dados por Dios para expandir su reino. Deben rogar a la gente que lea sus Biblias, que ore y diezme. Las iglesias gastan miles de dólares en producir videos emocionales que muevan a la gente a cuidar de los pobres, porque si no les muestran esos videos, su congragación no cuidaría de los pobres realmente”.

Me sentí aturdido por su franqueza, pero puedo afirmar que describe lo que muchos pastores pasan. Dallas sacudió la cabeza y dijo: “No debería ser así. La motivación de un seguidor de Cristo debería venirle de dentro”. La gente que vive según 1 de Corintios 15:58 no necesita charlas de ánimo de los pastores ni ruegos de líderes de ministerio exhaustos para que den un paso al frente y se involucren en el trabajo de Dios. El versículo que resuena en sus mentes todo el día los mantiene activos. Son de la clase de personas que dicen: “Hoy será un día para abundar. Sólo muéstrame una necesidad: yo voy a rebosar. De esto trata mi vida. Es lo que Dios quiere. Estas son mis órdenes”.

En el momento después de morir, cuando resucites “en un abrir y cerrar los ojos” y estés frente al Dios soberano del universo, entenderás de una vez que todo este mundo era Suyo, y que Sus propósitos eran lo más importante que tuvo lugar en Él. […] Por el contrario, imagina lo terrible que sería estar frente a este asombroso Dios amante y admitir que durante tu único intento en esta vida, tu preocupación principal fue comer y beber y estar alegre. Tu propósito principal fue conseguir dinero, poder, placer o autosatisfacción.” [2]  

El apóstol Pablo fue un experto en el servicio de amor que necesitamos representar como cristianos ante las personas que nos rodean; nadie tenía que motivarlo para viajar por los países evangelizando. Él fue por distintos lugares mostrando la manera en qué debemos vivir como seguidores de Jesús. Y una parte muy importante que los demás deben reconocer en nosotros es el amor y el servicio que prestamos a los otros. Esto es absolutamente diferenciador de los distintos sistemas religiosos. El cristianismo es sacrificado porque el sacrificio es un honor. Cuando envió su carta a los cristianos que vivían en la ciudad griega de Tesalónica, les animó a seguir sirviendo con tanto amor como hasta ese momento lo habían demostrado. También los instó a respetar y honrar a aquellas personas que se dedican al servicio voluntario hacia los desposeídos. Es un tema que no cambia en nuestros días. Todavía tenemos personas necesitadas que nos rodean y a las cuales debemos servir con todo nuestro amor. Él deja escrito: “Al orar a nuestro Dios y Padre por ustedes, pensamos en el fiel trabajo que hacen, las acciones de amor que realizan y la constante esperanza que tienen a causa de nuestro Señor Jesucristo. […] Y que el Señor haga crecer y sobreabundar el amor que tienen unos por otros y por toda la gente, tanto como sobreabunda nuestro amor por ustedes. Que él, como resultado, fortalezca su corazón para que esté sin culpa y sea santo al estar ustedes delante de Dios nuestro Padre cuando nuestro Señor Jesús regrese con todo su pueblo santo. Amén. […] Amados hermanos, honren a sus líderes en la obra del Señor. Ellos trabajan arduamente entre ustedes y les dan orientación espiritual. Ténganles mucho respeto y de todo corazón demuéstrenles amor por la obra que realizan. Y vivan en paz unos con otros.” [3]

¿Representamos el cristianismo primitivo tal como lo hacían los de la iglesia de Tesalónica, con nuestro servicio y amor desinteresado hacia las personas desposeídas que nos rodean? ¿Necesitamos motivaciones adicionales para entregarnos a ayudar?

[1]P. A.

[2]Bill Hybels (2014). Simplifica.Tyndale House Publishers, Inc. U. S. A. pp. 217 – 220.

[3]1 Tesalonicenses 1:3; 3:12, 13; 5;12, 13. NTV (Nueva Traducción Viviente)

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Día 98. ¿Cuál es nuestra relación con el dinero? ¿Tememos perderlo, o lo codiciamos?

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DÍA 98

Llegamos con Nancy y Carlos a un puerto lleno de árboles y de sol mañanero muy limpio y ordenado, donde llegaban embarcaciones cargadas de pescado que traían turistas también. Además, estaban los de la Armada Naval Chilena. Allí no me dejaron entrar, ya que tenía que ser en un horario específico; solo me dejaron recorrer la parte de afuera, lo suficiente como para mantenerme en la película de que estaba navegando. Ellos me esperaron abajo mientras estaba hablando con el chico que me atendió. Era bastante coqueto, estaba intentando ponerme una cita para que nos viéramos después.

Nos fuimos a un lugar donde vendíanartesanías.Quería comprar algo autóctono de recuerdo. Nancy me regaló un velero hecho en madera y Carlos me dijo que me iba a obsequiar una pipa echa a mano, y para intercambiar les dije que les iba a dar de recuerdo un collar de los que yo llevaba para vender. Les pregunté si había algún problema si trataba de ofrecer mis collares en el muelle; ellos me respondieron que a veces la policía molestaba a los vendedores callejeros, pero que podía intentar.

Decidí salir al otro día a vender collares en el muelle porque tenía miedo de quedarme sin dinero. Una emoción que sentimos la mayoría de los seres humanos. Trabajamos por temor. No nos educamos adecuadamente para hacer que el dinero trabaje para nosotros. Dejamos que las emociones negativas del temor y el deseo nos invadan. Lo contrario a las emociones es la razón que nos permite pensar y analizar para no caer en ninguna de estas dos trampas. Y nosotros los cristianos tenemos más ventajas que aquella humanidad que vive sin Dios. Porque la razón precisamente es un baluarte que Dios nos ha regalado a toda la humanidad, pero se expresa mejor en sus hijos, para que vivamos una vida tranquila y libre de temor o de deseo desenfrenado. El autor exitoso Robert Kiyosaki, enseña a través de su libro Padre Rico, Padre Pobre,a que nos eduquemos en la parte financiera para que con la ayuda de la razón que Dios nos dio podamos aprender a ver el dinero en su justa medida y a no temer y tampoco desear desaforadamente. Enseña lo siguiente: “No tenía ni idea de lo que hablaba aquel hombre. “La vida empuja a todos. Algunos se rinden y otros luchan. Algunos aprenden las lecciones y continúan, reciben con alegría los embates porque saben que los empujones significan que necesitan -y deben- aprender algo.” […] “Pero son muy pocos. La mayoría sólo renuncia. Algunos como tú, pelean” […] Y entonces continuó hablando. “O, si eres el tipo de persona que tiene agallas, te darás por vencido cada vez que la vida te empuje. […] Te habría gustado ganar, pero tu miedo a perder siempre será mucho mayor a la emoción de obtener lo que quieres. En tu interior, tú y solo tú sabrás que nunca te lanzaste, que preferiste jugar a lo seguro.” […]

“Tú y Mike son las primeras personas que me piden que les enseñe a hacer dinero. Tengo más de 150 empleados, pero ninguno de ellos me ha solicitado que le diga lo que sé sobre el dinero. Siempre me piden un empleo y un cheque de nómina, pero nunca conocimiento.” […] Padre rico se meció hacia atrás y se carcajeó de buena gana. Después dijo: “Es mejor que cambies tu forma de ver las cosas. Deja de culparme […] Si sigues creyendo eso tendrás que cambiar mi forma de ser. Pero si empiezas a ver que el problema eres tú, entonces sólo tendrás que cambiarte a ti mismo, tendrás que aprender y volverte más sabio.” […] Padre rico la repitió una y otra vez: “Los pobres y la clase media trabajan para obtener dinero. Los ricos hacen que el dinero trabaje para ellos.” […] “En lo que se refiere al dinero, la mayoría de la gente siempre quiere ir a la segura y no correr riesgos; por eso, lo que motiva a muchos no es la pasión sino el miedo.” […] “sólo recuerda que el miedo es lo que hace que la mayoría de la gente trabaje para conseguir dinero: el miedo a no poder pagar las facturas; el miedo a ser despedidos; el miedo a no tener suficiente dinero y el miedo a empezar de nuevo.” […] “Casi todos piensan que, con más dinero, podrán resolver sus dificultades, pero no se dan cuenta de que el problema radica en su falta de educación financiera.” […]

“En primer lugar, el miedo a no tener dinero nos motiva a trabajar duro y, una vez que obtenemos el cheque de nómina, la codicia o la avaricia nos hace pensar en todas las cosas maravillosas que se pueden comprar con el dinero. Y entonces se establece el patrón.” […] “El patrón de levantarse, ir a trabajar, pagar recibos; y otra vez […] Hay dos emociones que siempre controlan la vida de la gente: el miedo y la codicia. Si le ofreces más dinero, continuará por siempre en ese ciclo y gastará más cada vez. Es a lo que llamo la Carrera de la Rata.” […] “El dinero rige sus vidas y todos ellos se rehúsan a aceptarlo. El dinero controla sus emociones y almas.” […] “Muchos tienen fuertes problemas emocionales y son neuróticos a pesar de que tienen más dinero y parecen llevar una vida mejor.” “¿Entonces los pobres son más felices?”, pregunté. “No, no lo creo” contestó padre rico. “Eludir el dinero es algo tan triste como vivir apegado a él.” […] “Siempre tendremos emociones de miedo y codicia.” […] “La mayoría de la gente usa el miedo y la codicia en su contra. Ahí es donde surge la ignorancia.” […] Nos dijo que la ignorancia se impone cuando la gente deja de buscar información y de tratar de conocerse a sí misma. La batalla es una decisión que se toma en un instante y consiste en aprender a abrir o cerrar la mente. […] “La ignorancia respecto al dinero provoca codicia y miedo”, explicó padre rico. […] A la mayoría de la gente le da miedo analizar las cosas desde un punto de vista racional y, por eso, sale corriendo por la puerta para ir a realizar un trabajo que detesta. Para controlar una situación intrincada, es necesario pensar. A eso me refiero con que deben privilegiar al pensamiento.” [1]

El autor habla de dos extremos respecto a lo que muchos pensamos y actuamos a causa del dinero. Se refiere a la codicia y al temor. Ambos nos pueden introducir en el mundo de la desesperación. Los judíos desde la antigüedad han sido muy prósperos económicamente, con algunas épocas de esclavitud, pero otras tantas en abundancia. Jesús como hombre judío de nacimiento dejó muchas enseñanzas que han trascendido las fronteras físicas y temporales. Por un lado, en el evangelio de Mateo habla sobre lo que le sucede a un hombre cuando tiene temor de perder el dinero, pero también vemos en la carta a Timoteo escrita por Pablo, lo que significa codiciar. Allí nos explica el apóstol que nada trajimos cuando nacimos y nada podemos llevarnos el día de nuestra muerte y que el amor al dinero nos puede extraviar del camino de la fe. Ambas posturas que parecen extremas nos muestran el verdadero sentido que debemos darle al dinero utilizando nuestro pensamiento, nuestra razón. Necesitamos conocernos a nosotros mismos para no temer y codiciar. Podemos disfrutar del bienestar que genera cuando gastamos nuestro tiempo aprendiendo a producirlo y haciendo que trabaje para nosotros y no nosotros para él. Porque la pobreza que es otro extremo tampoco es exaltada en ningún momento.

La parábola que contó Jesús para enseñarnos sobre lo que significa el temor a perder el dinero, dice lo siguiente: “También el reino del cielo puede ilustrarse mediante la historia de un hombre que tenía que emprender un largo viaje. Reunió a sus siervos y les confió su dinero mientras estuviera ausente. Lo dividió en proporción a las capacidades de cada uno. […] Después de mucho tiempo, el amo regresó de su viaje y los llamó para que rindieran cuentas de cómo habían usado su dinero. El siervo al cual le había confiado las cinco bolsas de plata se presentó con cinco más y dijo: “Amo, usted me dio cinco bolsas de plata para invertir, y he ganado cinco más”. […] Por último se presentó el siervo que tenía una sola bolsa de plata y dijo: “Amo, yo sabía que usted era un hombre severo, que cosecha lo que no sembró y recoge las cosechas que no cultivó. Tenía miedo de perder su dinero, así que lo escondí en la tierra. Mire, aquí está su dinero de vuelta”. Pero el amo le respondió: “¡Siervo perverso y perezoso! Si sabías que cosechaba lo que no sembré y recogía lo que no cultivé, ¿por qué no depositaste mi dinero en el banco? Al menos hubiera podido obtener algún interés de él”. “Entonces ordenó: “Quítenle el dinero a este siervo y dénselo al que tiene las diez bolsas de plata. A los que usan bien lo que se les da, se les dará aún más y tendrán en abundancia; pero a los que no hacen nada se les quitará aun lo poco que tienen.” [2]

Por otro lado, el apóstol Pablo le escribe a Timoteo y le muestra que el amor al dinero o la codicia o avaricia también son extremos que no podemos permitir en nuestra vida de cristianos porque estos nos pueden extraviar de la fe que necesitamos cuidar como un tesoro. Pablo escribe: “Nada hemos traído a este mundo, y nada nos llevaremos de él. Debemos contentarnos con tener lo suficiente para comer y vestir. Pues los que quieren enriquecerse caen en la tentación y en la trampa de deseos insensatos y funestos que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición. Porque el amor al dinero es la raíz de todos los males. Algunos arrastrados por ese amor al dinero, se han apartado de la fe y están atormentados por muchos remordimientos.” [3]

¿Utilizamos la razón o el pensamiento que Dios nos dio para estar alejados de la pobreza o del temor y la codicia que puede producir el amor o el desamor por el dinero?

[1]Robert T. Kiyosaki (2011). Padre Rico, Padre Pobre. Editorial Aguilar. Bogotá, Colombia. pp. 34-55.

[2]Mateo 25:14-29 NTV (Nueva Traducción Viviente)

[3]I Timoteo 6:7-10 NSB (Nuestra Sagrada Biblia)   www.paolavelez.com

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Día 92 de la segunda parte de «125 Días». ¿Cómo usamos nuestra libertad?

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Suesca, Colombia.

DÍA 91
Cuando terminé de pasar en medio de esos hombres acostados en colchones sobre el piso, llegué hasta la puerta de la pequeña habitación, utilicé la llave que me había dado Cristian, y pude entrar tranquilamente. Cuando me senté sobre la cama, corríla silla y la puse contra la puerta. De repente sentí un golpe fuertícimo, y mi corazón se aceleró al igual que mis mariposas en el estómago. No sabía que había pasado, hasta que volvía sentir otros dos golpes como con la mano abierta sobre la puerta. Quedé completamente paralizada, no sabía qué hacer, comencé a mirar hacia la ventana, para ver la posibilidad de utilizar el plan B de la escapada. Sin embargo, me puse a esperar, que otra cosa iba a suceder, pero todo quedó en silencio.  Me quedé media hora sentada sobre la cama casi petrificada esperando no sé qué.
La luz la dejé prendida y tomé la decisión de acostasrme sobre mi sleeping, medio sentada. Lo último que tenía era sueño. Miraba y miraba hacia el techo, tratando de no pensar en nada para poder dormir, pero era imposible, me puse a pensar en todo, en las cosas que había pasado con Kirk, en lo maravilloso que había sido Dios conmigo, al haberme dado la posibilidad de haber encontrado una persona tan especial como Maritza, ella no dudó ni un instante en ayudarme y lo hizo completamente desinteresada; seguí pensando en Mateo, en mi mamá en Colombia, en las jornadas tan duras de trabajo que tuve en la telenovela para poder reunir el dinero del viaje.

Mientras estaba trabajando y trasnochando me imaginaba los momentos que iba a vivir por Suramérica, pero como siempre en mi mente sólo pensé en circunstancias buenas y nunca en las malas o peligrosas como las que estaba viviendo en este momento. Sólo pensaba en la libertad que iba a tener apenas dejara de trabajar y cogiera mi morralote para irme hacia el terminal y tomar el primer bus del viaje. Y allí en ese lugar ruidoso y con gente comenzó el destino de mi elección. El resultado de la libertad de elegir, eso que Dios nos dio a todos los hombres. Precisamente aquel libre albedrío que nos permite saber que somos distintos de Él, aunque unidos por su amor. Pero en ese momento mi mente no vislumbraba los sufrimientos que iba a tener por mi propia libertad. Y tenía dos opciones; por un lado, podría pensar como hacen muchos inconversos, que Dios no me estaba haciendo feliz y que tal vez era su deber como buen Padre librarme de los malos momentos o, por otro lado, simplemente aceptar que existen unas leyes de la naturaleza humana que no pueden ser cambiadas por el Omnipotente a no ser en casos excepcionales a través de los milagros. Fue difícil entenderlo, pero es preciso asumirlo desde el punto de vista que analizó C. S. Lewis, para que podamos comprender que nuestro Padre no estará librándonos en todo momento de los resultados de nuestro propio libre albedrío.  Así lo deduce: “Si Dios fuera bueno, querría que sus criaturas fueran completamente felices; y si fuera todopoderoso, podría hacer lo que quisiera. Mas como las criaturas no son felices, Dios carece de bondad, de poder o de ambas cosas”. He ahí el problema del dolor en su forma más simple. […] Omnipotencia significa “poder hacerlo todo, sea lo que sea”. Por su parte, las Escrituras dicen: “para Dios todo es posible”. En la discusión con no creyentes se suele oír con frecuencia cosas como ésta: “Si Dios existiera y fuera bueno, haría tal o cual cosa”. […] La omnipotencia divina significa un poder capaz de hacer todo lo intrínsecamente posible, no lo intrínsecamente imposible. Podemos atribuir milagros a Dios, pero no debemos imputarle desatinos. Eso no significa poner límites a Su poder. Si se nos ocurriera decir: “Dios puede otorgar y negar al mismo tiempo una voluntad libre a sus criaturas”, nuestra afirmación no acertaría a manifestar cosa alguna sobre Él. […] De ahí la necesidad de definir con el mayor cuidado aquellas imposibilidades intrínsecas que ni siquiera la omnipotencia divina puede realizar. […] Las inexorables leyes de la naturaleza, cuya legalidad se cumple a despecho del sufrimiento o el merecimiento humanos, y que la oración es incapaz de eliminar, parece proporcionar a primera vista un sólido argumento contra la bondad y el poder divinos. Me permito decir que ni siquiera el Ser omnipotente podría crear una sociedad de almas libres sin crear de forma simultánea una naturaleza relativamente independiente e “inexorable”. […]
La libertad de la criatura debe significar libertad de elección, y la elección implica cosas diferentes entre las que elegir. Una criatura sin entorno carecería de posibilidad de escoger. […] La condición mínima de la autoconciencia y la libertad es, pues, que la criatura perciba a Dios y se perciba a sí misma como distinta de Dios. […] Tal vez fuera posible imaginar un mundo en el que Dios corrigiera los continuos abusos cometidos por el libre albedrío de sus criaturas […] en un mundo así sería imposible cometer acciones erróneas, pero eso supondría anular la libertad de la voluntad. […] Una de las convicciones más arraigadas de la fe cristiana es la creencia en el poder que Dios posee (ejercido en ocasiones) de modificar el comportamiento de la materia y realizar los llamados milagros. La genuina concepción de un mundo común y estable exige, no obstante, que las ocasiones señaladas sean extraordinariamente infrecuentes. […]
Si tratáramos de excluir el sufrimiento, o la posibilidad del sufrimiento que acarrea el orden natural y la existencia de voluntades libres, descubriríamos que para lograrlo sería preciso suprimir la vida misma. […]
La idea encerrada en la fórmula “lo que Dios podría haber hecho” entraña una concepción exageradamente antropomórfica de la libertad de Dios. Sea cual sea el sentido de la libertad humana, la divina no puede significar indecisión entre alternativas y elección de una de ellas. La bondad perfecta no puede deliberar sobre el fin que se debe perseguir, y la perfecta sabiduría no puede meditar sobre los medios adecuados para alcanzarlo. La libertad de Dios consiste en que la única causa y el único obstáculo de sus actos es Él mismo, en que su bondad es la raíz de sus acciones y su omnipotencia el aire en que florecen.” [1] 
Las inexorables leyes de la naturaleza se cumplen a despecho de nuestros sufrimientos, miedos o lágrimas. Desde los comienzos, nuestro Padre, les dijo muy claro a Adán y Eva que tenían la oportunidad de elegir, pero ellos no usaron su libertad adecuadamente. Los que estábamos allí en el Hogar de Cristo, tampoco utilizamos nuestro libre albedrío de la mejor manera. Ellos con sus adicciones y yo con mi deseo de aventura desbordada sin la correcta planeación.
Somos afortunados por no ser autómatas, pero al mismo tiempo tenemos una responsabilidad muy grande porque el libre albedrío nos puede llevar tanto a la muerte como a la vida y de alguna manera con nuestra libertad también podemos llevar a otros a la muerte o a la vida. Con el libre albedrío Adán nos llevó a la muerte y con esa misma libertad en su naturaleza humana, Jesús nos dio vida de nuevo. Es el mayor ejemplo para todos en nuestros comportamientos diarios. Pablo explica esta gran verdad a los cristianos que estaban ubicados en Roma y a nosotros ahora. Dice así: “Cuando Adán pecó, el pecado entró en el mundo. El pecado de Adán introdujo la muerte, […] pero hay una gran diferencia entre el pecado de Adán y el regalo del favor inmerecido de Dios. Pues el pecado de un solo hombre, Adán, trajo muerte a muchos; pero aún más grande es la gracia maravillosa de Dios y el regalo de su perdón para muchos por medio de otro hombre, Jesucristo; […] Pues el pecado de Adán llevó a la condenación, pero el regalo de Dios nos lleva a ser declarados justos a los ojos de Dios, a pesar de que somos culpables de muchos pecados. Pues el pecado de un solo hombre, Adán, hizo que la muerte reinara sobre muchos; pero aún más grande es la gracia maravillosa de Dios y el regalo de su justicia, porque todos los que lo reciben vivirán en victoria sobre el pecado y la muerte por medio de un solo hombre, Jesucristo.
Así es, un solo pecado de Adán trae condenación para todos, pero un solo acto de justicia de Cristo trae una relación correcta con Dios y vida nueva para todos. Por uno solo que desobedeció a Dios, muchos pasaron a ser pecadores; pero por uno solo que obedeció a Dios, muchos serán declarados justos.” [2]
¿Cómo usamos nuestro libre albedrío? ¿Cómo son los resultados de nuestra libertad el día de hoy? ¿Nuestra libertad ha servido para dar vida o muerte a los que nos rodean?
[1]C. S. Lewis (2006). El problema del dolor. Ediciones Rayo. New York, U. S. A. pp. 34-43.
[2]Romanos 5:12-19 NTV (Nueva Traducción Viviente)