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#NiUnaMenos, pero las que están en el útero sí podemos matarlas… ¿Qué es esta contradicción?

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Al ver cómo estos movimientos actuales mueven masas a nivel mundial, es imposible dejar de sorprendernos hasta dónde pueden llegar los anti-valores. Ahora con pleno cinismo es posible gritar a los cuatro vientos y con orgullo que el asesinato es un derecho. En ninguna cultura histórica ha sido un orgullo matar a los miembros de la propia familia. Pero ahora pretenden minimizar este gran mal y hacernos ver qué son víctimas y por eso tienen derecho de matar un ser. Lo increíble es que quieren cambiar nuestros principios, como si estos fueran ropa sucia que se quita y se cambia cada día.

Pero las propias feministas y aquellos que están de acuerdo con matar un ser viviente en el útero, están en el mundo de la contradicción más grande que podemos ver en la actualidad. Salen muchas veces desnudas buscando respeto por su propio cuerpo. Marchan con pancartas diciendo «NiUnaMenos», pero al mismo tiempo están marchando también en otras oportunidades para permitir la mayor cantidad de infanticidios de mujeres en el útero. ¿Porque cuántas mujeres no se matan en el útero antes de nacer? Porque desde que existe un embrión ya hay una mujer o un hombre diseñado.

Con el nuevo #YouKnowMe salen a contar historias de sus propios infanticidios, como si algo tan íntimo tuviera que ser ventilado en la humanidad. ¿Qué pretenden con eso en el fondo? Qué aquellos que amamos a los seres vivientes, de repente, terminemos justificando una acción que va en contravía del curso normal de la naturaleza. ¿Quieren que nos convirtamos en antinaturales? El individualismo es un baluarte de cada ser humano y una decisión como esas compete a cada mujer que la toma y eso no lo podemos juzgar. Pero sí podemos juzgar cuando muchísimas mujeres en grupo tratan de minimizar un asesinato y además cuando pretenden que todos botemos a la basura nuestros principios y pensemos como ellas. Cuando quieren que se convierta en doctrina para los demás, no lo podemos permitir.

Nuestros países se están quedando sin personas. Los ambientalistas y las feministas celebran cada ser que no puede nacer. ¿Y quién disfrutará el planeta verde y azul del mañana? ¿Para quién estamos luchando en esta tierra?

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¡No es mi problema! Una frase diseñada por los norteamericanos que nosotras las mujeres necesitamos utilizar continuamente…

 

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Washington, U.S.A.

Esta frase puede tener varios significados dependiendo desde qué punto se mire. Por ejemplo, puede significar el hastío de la sociedad norteamericana sobre las personas que se meten en los asuntos de los demás. Llegó tan lejos este hastío que incluso es parte de su cultura el hecho de estar metidos en una burbuja sin mirar lo que le sucede al vecino. Claramente pasan muchas veces como sociedad indolente que no se fija en los demás sino en sus propios asuntos. Entonces esta actitud puede ser una virtud social o también una maldad cuando se convierte en indolencia.

Y es ahí donde un análisis profundo y comparable con su parte buena puede mostrarnos a nosotras las mujeres que nos equivocamos cuando estamos pendientes de lo bueno y lo malo que hacen nuestros esposos o nuestros hijos. Deberíamos utilizar también esta frase con mayor frecuencia: «¡Esto no es mi problema!», pero tenemos tanta energía que no podemos estar enfocadas sólo en nuestros asuntos sino que también estamos pendientes de los problemas o detalles de lo que hacen o dejan de hacer aquellos que nos rodean. En muchos casos nos entrometemos en la vida de los demás y nos convertimos como en aquellos vecinos que describe el escritor G. K. Chesterton con tanto desdén, desagradables y fastidiosos que tienen el horizonte ensanchado para poder mirar además lo de otros. En su libro el Amor o la fuerza del sino los describe así: «La queja que comúnmente tenemos que hacer de nuestros vecinos es que se meten en lo que no les concierne. […] Lo que realmente queremos decir cuando exigimos que no se metan en lo que no les concierne es algo mucho más profundo. No nos desagradan por tener tan poca fuerza y energía que no puedan interesarse en sus cosas. Nos desagradan por tener fuerza y energía suficientes para interesarse además en las nuestras. Lo que nos aterra de nuestros vecinos no es la estrechez de su horizonte, sino su espléndida tendencia a ensancharlo. Y todas las aversiones a la humanidad ordinaria tienen ese carácter general. No son aversiones a su endeblez (como alguno pretende), sino a su energía. Los misántropos creen que desprecian a la humanidad por su debilidad, pero lo cierto es que la odian por su fuerza.» (El amor o la fuerza del sino página 61)

Es así que esta frase: «¡Esto no es mi problema!», podría ayudarle a cualquier mujer que en realidad desee de corazón tener una relación armoniosa con su familia, con su esposo, con sus hijos, amigos y compañeros de trabajo. Generalmente la gente se cansa de los entrometidos. ¿Y quién dice que las esposas no somos entrometidas en nuestro hogar?

Cuando nos obsesionamos con lo que hacen o dejan de hacer al llegar a la casa, por ejemplo, ¿no es estar entrando cerebralmente en los asuntos de otros? ¿Pensamos que estar metidas en la vida de los demás no es abuso sicológico? Es fácil identificar cuándo nos estamos deslizando por la vida de un ser humano que habita a nuestro lado. Simplemente aprendamos a identificar su fastidio y no lo pasemos por alto. Un hijo dice simplemente: «¡¡Ay mamá!!» cuando preguntamos y preguntamos por sus amigos o amigas… Un esposo tal vez guardará silencio sí nos metemos en su vida y buscamos moldearlo a nuestra manera femenina. Lo más relevante será saber que vivimos con personas distintas y esas diferencias no permiten que se comporten como queremos.

Esta expresión de la cultura norteamericana podría ayudarnos de manera contundente para tener esposos tranquilos y un hogar más armonioso. Necesitamos utilizarla a menudo para encontrar paz y entregar paz y tranquilidad a quienes nos rodean.

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¡Mamá te pareces a Cenicienta! Qué halago en el mundo de hoy…

 

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Jenesano, Boyacá.

Al escuchar esta frase reconocí un gran halago que tal vez en otra época era totalmente impensable y mucho mas viniendo de un niño de nueve años. La mala costumbre de la falta de agradecimiento ha hecho que las sociedades y especialmente las mujeres modernas hayan optado por despreciar una labor en el hogar que por cierto ya no hay quién la quiera realizar. Una mujer cansada de no ser reconocida por su esposo y sus hijos prefiere saltar a la firma que la halaga por hacer un trabajo que genera dinero directo. Entonces llega el descontrol emocional y familiar y nuevas cargas de esos mismos trabajos despreciables, pero hechos con odio y desazón. Uno de los mayores errores de esta humanidad fue desdeñar la labor de una madre en su hogar o lo que es lo mismo, verlo de manera indiferente y sin aprecio. Pensar equivocadamente que el orden y la limpieza es obra del azar o por generación espontánea. Esta falta de detalle y de esfuerzo cerebral por agradecer lo que no se ve, por parte de los hombres con sus esposas, está pasando una gran cuenta de cobro que tal vez no podremos pagar hasta que comencemos a devolvernos al sistema original y clásico. Mientras sigamos por este mismo camino, solo podremos llegar a la autodestrucción. Esta autodestrucción que tanto desean las feministas exageradas y los ambientalistas descontrolados que no tienen sentido en sus propias vidas y por eso le buscan sentido destruyendo lo que todavía no existe, lo que no ha nacido.

G. K. Chesterton escribió a comienzos del siglo XX que nosotros mismos nos cortamos el pescuezo cuando nos burlamos o despreciamos una labor que engrandece, la cual denominó: «Unidad de crianza de niños» y que por esa propia burla ahora no sabemos que camino tomar. Sus palabras aunque fueron escritas hace muchos años seguramente trataron de evitar lo inevitable, aquello que vemos con nuestros propios ojos. Madres que no quieren ser madres y mujeres despreciando una labor clásica porque nadie la reconoce ni la valora. Escribe lo siguiente: «Todo esto es un ejemplo curioso de la manera en la que la tendencia moderna se corta a menudo su propio pescuezo. La gente empieza por decir que es una tiranía del pasado pedir a las mujeres que formen parte de una «Unidad de crianza de niños». […] Luego se encuentran con que al introducir la Nueva Mujer que resultará tan atractiva para la posteridad, han introducido de hecho un tipo de mujer del tiempo de maricastaña (personaje proverbial símbolo de antigüedad remota), tan fastidiosa, histérica e irresponsable como cualquier necia solterona en una novela de la época de la reina Victoria; […] Mientras tanto, se las han arreglado para perder del todo la otra oportunidad. No pueden conseguir que la energía femenina sea enganchada de nuevo con los objetivos humanos y creativos de la familia porque empezaron por denunciar y burlarse de esos objetivos como serviles y supersticiosos. Comenzaron diciendo que sólo mujeres estúpidas eran mujeres domésticas; se fueron luego con las mujeres inteligentes y vieron cómo se hacían estúpidas; y ahora no pueden conseguir a nadie que se quiera dedicar a lo que originalmente criticaron como una estupidez. Es como si hubieran escupido sobre todo tipo de trabajo como tarea servil, y creado luego toda una generación incapaz de hacer trabajo alguno, para acabar por fin clamando en vano por alguien que haga el trabajo aunque sea servil. No hay para tales esperanza alguna, a no ser que empiecen otra vez al principio y consideren la paradoja de que los hombres libres pueden trabajar o de que las mujeres libres pueden quedarse en casa, sí, hasta en su propia casa. 

Nunca he entendido cómo surgió esta superstición: la noción de que una mujer tiene una parte muy modesta en la casa y una parte más excelsa fuera de la casa. […] pero no puedo entender cómo la tarea doméstica puede ser considerada inferior en lo que respecta a la tarea en cuanto tal. La mayor parte del trabajo hecho en el mundo de fuera es un trabajo bastante mecánico; y buena parte de él es sin duda alguna un trabajo sucio. Parece que no hay forma posible en que sea intrínsecamente superior al trabajo doméstico. Nueve veces de diez, la única diferencia es que una persona suda y se afana en un caso por gente que aprecia y quiere, y en otro por gente que ni aprecia ni quiere. […]

Supongo que el prejuicio ha surgido meramente del hecho de que las operaciones domésticas ocurren en un espacio pequeño y en un local privado. Aun eso es bastante ilógico en una época que está tan orgullosa de la historia experimental de la ciencia. Las hazañas científicas más espectaculares se han conseguido en un espacio que no es más grande que una salida de estar o un cuarto de niños. Un niño es más grande que un bacilo; y el mismo bebé es más grande y más vivo que un germen bajo el microscopio. Y la ciencia que se estudia en el hogar es la más grande y la más gloriosa de todas las ciencias -muy inadecuadamente indicada por la palabra educación- y nada menos que el misterio de cómo se hacen los seres humanos.» (Chesterton 1995)

Entonces aquellas que hemos decidido honrar el trabajo doméstico no podemos permitir que la sociedad nos haga sentir sin valor alguno. Por supuesto que es todo lo contrario como lo muestra Chesterton. Si nadie quiere hacer nuestro trabajo porque parece servil pues será mucho más valorado con el pasar del tiempo. Así que «¡Viva Cenicienta!» No podría ser una heroína mejor en este tiempo…

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Museo Louvre Abu Dhabi. Emiratos Árabes Unidos.

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