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El verdadero progresista es el que toma el camino de regreso al origen para comenzar de nuevo (C. S. Lewis). La familia en cuarentena obligatoria es el origen…

 

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Catedral de la Sagrada Familia. Barcelona, España. Cuando querer tener una familia era sospechoso…

La frase de C. S. Lewis sobre El Progreso es muy adecuada en estos tiempos: «Todos queremos progreso, pero si estás en el camino equivocado, El Progreso significa dar la media vuelta y volver al camino correcto; en ese caso el hombre que vuelve más pronto es el más progresista.» (C. S. Lewis. Contraportada de Mero Cristianismo, Editorial Andres Bello, Chile. 1994).

En diciembre del año 2019 la vida era muy distinta a lo que estamos viviendo en medio de esta pandemia producida por el covid-19. La familia original estaba completamente desvirtuada y en muchos aspectos el simple hecho de querer conformar alguna, era motivo de sospecha. Era como si un infiltrado se estuviera metiendo dentro de los nuevos valores de la modernidad. Estos valores, que incluyen no tener hijos sino mascotas, relaciones abiertas donde cada uno hace lo que le da la gana con su dinero y con su cuerpo, estaban en la boca de tantos jóvenes que creían tener toda la verdad. Cualquiera que pensara diferente simplemente era de la antigüedad.

Los millennials se veían como esos seres que tenían al mundo global en sus manos, mientras que con temor algunos tratábamos de mantener el modelo de familia original, sin importar las miradas de sospecha de aquellos que silenciosamente nos acusaban. De repente entró la pandemia en nuestras vidas e inmediatamente todo se ajustó al origen olvidado. Las familias comenzaron a vivir juntas, y los millennials descubrieron que en realidad no tienen el mundo global en sus manos, sino que en cualquier momento algo invisible los deja quietos en el lugar en donde nunca han querido estar, en un hogar.

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Palacio de Versalles. Francia. Cuando los Millennials creían que el mundo global les pertenecía y querían vivir lejos de su hogar.

Aquellos que hemos venido entrenando, para vivir esa vida antigua, simplemente seguimos este momento sin ninguna tristeza, sino más bien disfrutando con más tranquilidad de aquello que ya veníamos utilizando tiempo atrás. No fuimos tomados por sorpresa sin saber cocinar, u odiando cocinar. No fuimos tomados por sorpresa con el ataque silencioso de la ropa sucia, y el polvo rondando por la casa. Tampoco fuimos tomados por sorpresa a causa de la quietud. Simplemente regresamos a aquello que nos habían quitado sin darnos cuenta en las fábricas de la época de la industrialización. Los hombres y también las mujeres regresaron al lugar de donde nunca debieron haber salido. Por eso ahora sí estamos progresando realmente. El Covid-19 nos ayudó a dar la media vuelta para regresar hasta el camino en que nos habíamos desviado, pensando que el progreso estaba en medio del mundo acelerado, sin familia, y acompañados por una mascota. De niños abandonados con sus empleadas. Y de hombres y mujeres compitiendo por el poder en los pocos hogares que todavía se mantenían. El Covid-19 nos obligó a valorar la persona cercana que no tuvo a dónde irse. Nos confirmó que tener una pareja y sacrificarnos por otro es mejor que ser individualista y vivir únicamente para sí mismo. Descubrimos que las personas con las que compartimos tantas horas al día tal como era antiguamente, se parecen en realidad a toda la humanidad. No necesitamos salir hacia los confines lejanos para encontrar libertad y conocer seres distintos, porque la verdadera libertad está en la propia casa. Afuera hay tapabocas y reglas más estrictas que las que podemos encontrar en nuestros aposentos.

Este es el verdadero progreso y ojalá como humanidad no nos volvamos a desviar del verdadero camino del hogar libre y feliz.

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¿La cantidad de suicidios masculinos es característico de nuestra época?

Todos los textos y fotografías son propiedad de Paola Vélez mientras no se indique los contrario.

 

 

 

 

 

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La historia se repite… Nabucodonosor se lleva a las mentes brillantes para que sirvan en su reino. Los documentos de Babilonia.

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Soledad, Atlántico.

En la actualidad, la historia del Imperio de Babilonia se repite. Tiene matices diferentes porque ahora creemos que somos libres, y el capitalismo moderno nos confunde en el sentido de pensar que tomamos nuestras propias decisiones, tenemos propiedad privada, etc.

Pero la realidad es muy diferente. Somos libres pero para escoger a cuál de los imperios queremos servir. Ya no vienen los carros de guerra del Imperio de Babilonia a sitiar nuestras ciudades para llevarse lo mejor de nuestra gente a la fuerza. No. Pero las intenciones siguen siendo las mismas, con métodos muy diferentes, que nos hacen pensar que fuimos escogidos. Ahí radica el engaño que está destruyendo aun mas y sin que nos demos cuenta a nuestros países subdesarrollados.

Por un lado la humanidad cayó en otro engaño bien particular sobre la supremacía del planeta por sobre los seres humanos que aquí habitamos. Entonces engendrar hijos es la mayor desgracia para el planeta, porque por cada hijo que nace el gasto de la naturaleza es mayor. En ese orden de ideas, nunca antes visto en la historia de la humanidad, todos hemos sido obligados de una u otra manera y tal vez inconscientemente a hacer todo lo posible por no traer más vida a esta tierra. Los países desarrollados y visionarios se han dado cuenta, muy tarde, que estas historias, sobre el control de la natalidad de finales del siglo XIX y principios del XX, lo único que han logrado es hacer que sus economías vayan en declive, porque se quedaron sin humanidad que trabaje y produzca. Por tanto, muy tarde, como dije antes, han comenzado políticas de repoblación con muy poco efecto. En contra de estas políticas vemos feministas radicales apoyando la muerte de bebés en el útero para que no nazcan más seres vivientes y entre otras cosas para salvar el planeta. Ese es uno de sus tantos discursos.

El daño ya está hecho, pero lo preocupante de esta situación es que no obstante nuestras políticas con alto tinte de corrupción en Latinoamérica y en otros países del mundo subdesarrollado, también debemos sumarle la desgracia que significa el reclutamiento de los cerebros mejor formados, que por alguna razón nacieron en estos lados del planeta bananero, para repoblar los países desarrollados y además para servir en sus grandes empresas.

Estas naciones no buscan a la feminista radical que quiere acabar con la humanidad para que mejor sea poblado el planeta con mascotas. No. Ellos buscan concienzudamente a familias completas, con entrevistas exhaustivas, donde puedan definir que ambos sean inteligentes y además quieran tener más familia. Finalmente nacerán en sus países y los repoblarán. Entonces inicialmente nos hacen creer que pertenecer a su país sólo es para los más capaces y ponen trabas para que emocionalmente deseemos seguir en ese intento. Sus permisos son difíciles de conseguir y casi que nos hacen creer que pertenecemos a una élite porque finalmente y en medio de la felicidad podemos ir a trabajar en sus tierras.

A eso hay que sumarle las políticas en contra de la inmigración que se ven a diario en los noticieros. Cualquiera que vea eso, y esté en proceso de reclutamiento cerebral pensará que es muy afortunado por ser llamado a vivir en los lugares donde todo funciona a la perfección. Desafortunadamente nuestros países tercermundistas o como los quieran llamar, están sumidos en el desorden, la injusticia, la corrupción y la falta de moral. De esa manera cualquiera se deja convencer de dejar todo para ir al lugar de los elegidos.

Así pues, en la antigüedad, llegó Nabucodonosor a llevarse a los mejores cerebros para su reino, y esto lo vemos en la historia de Daniel que está en la Biblia (Muy bien descrito en los primeros cinco versículos del primer capítulo de su libro). Pero ahora no se necesitan carros de guerra, sólo se necesita una forma de vida superior y muy deseable para que nosotros mismos dejándonos deslumbrar, abandonemos nuestros países hundiendo mucho más la posibilidad de progreso. Finalmente iremos a cooperar para que los que ya han progresado, sigan progresando sin parar, con la mejor ayuda de nuestros mejores y escasos cerebros latinos y de países subdesarrollados.

¿Por qué nos dejamos deslumbrar? Necesitamos luchar por el lugar donde nacimos. Aquí nadie nos discrimina y somos verdaderamente libres para trabajar por el necesario progreso de nuestra gente. Si seguimos optando por salir de nuestro país, entonces poco a poco lo llevaremos a un sumidero peor y lo dejaremos en manos de aquellos que sólo quieren salvar el planeta para que lo pueblen las mascotas. Las grandes naciones siempre harán lo posible por estar mejor, pero a nosotros nos corresponde luchar, comprometernos como gente capaz, que posee muy buen conocimiento para mejorar nuestras condiciones de vida. Necesitamos dejar el individualismo para poder acabar con la injusticia social, la corrupción, cambiando interiormente. Si queremos cambiar el mundo, necesitamos cambiar nuestro interior al igual que el lugar único y bananero donde nacimos.

A continuación voy a escribir los versículos de la historia de Nabucodonosor reclutando cerebros a la fuerza para que sirvieran en su reino. Está en el libro de Daniel capítulo 1:1-5 (Biblia Nueva Traducción Viviente). «Durante el tercer año del reinado de Joacim, rey de Judá, llegó a Jerusalén el rey Nabucodonosor de Babilonias y la sitió. El Señor le dio la victoria sobre el rey Joacim de Judá y le permitió llevarse algunos de los objetos sagrados del templo De Dios. Así que Nabucodonosor se los llevó a Babilonia y los puso en la casa del tesoro del templo de su dios.

Luego el rey ordenó a Aspenaz, jefe del Estado Mayor, que trajera al palacio a algunos de los jóvenes de la familia real de Judá y de otras familias nobles, que habían sido llevados a Babilonia como cautivos. «Selecciona solo a jóvenes sanos, fuertes y bien parecidos -le dijo-. Asegúrate de que sean instruidos en todas las ramas del saber, que estén dotados de conocimiento y de buen juicio y que sean aptos para servir en el palacio real. Enseña a estos jóvenes el idioma y la literatura de Babilonia».»

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¡No es mi problema! Una frase diseñada por los norteamericanos que nosotras las mujeres necesitamos utilizar continuamente…

 

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Washington, U.S.A.

Esta frase puede tener varios significados dependiendo desde qué punto se mire. Por ejemplo, puede significar el hastío de la sociedad norteamericana sobre las personas que se meten en los asuntos de los demás. Llegó tan lejos este hastío que incluso es parte de su cultura el hecho de estar metidos en una burbuja sin mirar lo que le sucede al vecino. Claramente pasan muchas veces como sociedad indolente que no se fija en los demás sino en sus propios asuntos. Entonces esta actitud puede ser una virtud social o también una maldad cuando se convierte en indolencia.

Y es ahí donde un análisis profundo y comparable con su parte buena puede mostrarnos a nosotras las mujeres que nos equivocamos cuando estamos pendientes de lo bueno y lo malo que hacen nuestros esposos o nuestros hijos. Deberíamos utilizar también esta frase con mayor frecuencia: «¡Esto no es mi problema!», pero tenemos tanta energía que no podemos estar enfocadas sólo en nuestros asuntos sino que también estamos pendientes de los problemas o detalles de lo que hacen o dejan de hacer aquellos que nos rodean. En muchos casos nos entrometemos en la vida de los demás y nos convertimos como en aquellos vecinos que describe el escritor G. K. Chesterton con tanto desdén, desagradables y fastidiosos que tienen el horizonte ensanchado para poder mirar además lo de otros. En su libro el Amor o la fuerza del sino los describe así: «La queja que comúnmente tenemos que hacer de nuestros vecinos es que se meten en lo que no les concierne. […] Lo que realmente queremos decir cuando exigimos que no se metan en lo que no les concierne es algo mucho más profundo. No nos desagradan por tener tan poca fuerza y energía que no puedan interesarse en sus cosas. Nos desagradan por tener fuerza y energía suficientes para interesarse además en las nuestras. Lo que nos aterra de nuestros vecinos no es la estrechez de su horizonte, sino su espléndida tendencia a ensancharlo. Y todas las aversiones a la humanidad ordinaria tienen ese carácter general. No son aversiones a su endeblez (como alguno pretende), sino a su energía. Los misántropos creen que desprecian a la humanidad por su debilidad, pero lo cierto es que la odian por su fuerza.» (El amor o la fuerza del sino página 61)

Es así que esta frase: «¡Esto no es mi problema!», podría ayudarle a cualquier mujer que en realidad desee de corazón tener una relación armoniosa con su familia, con su esposo, con sus hijos, amigos y compañeros de trabajo. Generalmente la gente se cansa de los entrometidos. ¿Y quién dice que las esposas no somos entrometidas en nuestro hogar?

Cuando nos obsesionamos con lo que hacen o dejan de hacer al llegar a la casa, por ejemplo, ¿no es estar entrando cerebralmente en los asuntos de otros? ¿Pensamos que estar metidas en la vida de los demás no es abuso sicológico? Es fácil identificar cuándo nos estamos deslizando por la vida de un ser humano que habita a nuestro lado. Simplemente aprendamos a identificar su fastidio y no lo pasemos por alto. Un hijo dice simplemente: «¡¡Ay mamá!!» cuando preguntamos y preguntamos por sus amigos o amigas… Un esposo tal vez guardará silencio sí nos metemos en su vida y buscamos moldearlo a nuestra manera femenina. Lo más relevante será saber que vivimos con personas distintas y esas diferencias no permiten que se comporten como queremos.

Esta expresión de la cultura norteamericana podría ayudarnos de manera contundente para tener esposos tranquilos y un hogar más armonioso. Necesitamos utilizarla a menudo para encontrar paz y entregar paz y tranquilidad a quienes nos rodean.

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¡Mamá te pareces a Cenicienta! Qué halago en el mundo de hoy…

 

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Jenesano, Boyacá.

Al escuchar esta frase reconocí un gran halago que tal vez en otra época era totalmente impensable y mucho mas viniendo de un niño de nueve años. La mala costumbre de la falta de agradecimiento ha hecho que las sociedades y especialmente las mujeres modernas hayan optado por despreciar una labor en el hogar que por cierto ya no hay quién la quiera realizar. Una mujer cansada de no ser reconocida por su esposo y sus hijos prefiere saltar a la firma que la halaga por hacer un trabajo que genera dinero directo. Entonces llega el descontrol emocional y familiar y nuevas cargas de esos mismos trabajos despreciables, pero hechos con odio y desazón. Uno de los mayores errores de esta humanidad fue desdeñar la labor de una madre en su hogar o lo que es lo mismo, verlo de manera indiferente y sin aprecio. Pensar equivocadamente que el orden y la limpieza es obra del azar o por generación espontánea. Esta falta de detalle y de esfuerzo cerebral por agradecer lo que no se ve, por parte de los hombres con sus esposas, está pasando una gran cuenta de cobro que tal vez no podremos pagar hasta que comencemos a devolvernos al sistema original y clásico. Mientras sigamos por este mismo camino, solo podremos llegar a la autodestrucción. Esta autodestrucción que tanto desean las feministas exageradas y los ambientalistas descontrolados que no tienen sentido en sus propias vidas y por eso le buscan sentido destruyendo lo que todavía no existe, lo que no ha nacido.

G. K. Chesterton escribió a comienzos del siglo XX que nosotros mismos nos cortamos el pescuezo cuando nos burlamos o despreciamos una labor que engrandece, la cual denominó: «Unidad de crianza de niños» y que por esa propia burla ahora no sabemos que camino tomar. Sus palabras aunque fueron escritas hace muchos años seguramente trataron de evitar lo inevitable, aquello que vemos con nuestros propios ojos. Madres que no quieren ser madres y mujeres despreciando una labor clásica porque nadie la reconoce ni la valora. Escribe lo siguiente: «Todo esto es un ejemplo curioso de la manera en la que la tendencia moderna se corta a menudo su propio pescuezo. La gente empieza por decir que es una tiranía del pasado pedir a las mujeres que formen parte de una «Unidad de crianza de niños». […] Luego se encuentran con que al introducir la Nueva Mujer que resultará tan atractiva para la posteridad, han introducido de hecho un tipo de mujer del tiempo de maricastaña (personaje proverbial símbolo de antigüedad remota), tan fastidiosa, histérica e irresponsable como cualquier necia solterona en una novela de la época de la reina Victoria; […] Mientras tanto, se las han arreglado para perder del todo la otra oportunidad. No pueden conseguir que la energía femenina sea enganchada de nuevo con los objetivos humanos y creativos de la familia porque empezaron por denunciar y burlarse de esos objetivos como serviles y supersticiosos. Comenzaron diciendo que sólo mujeres estúpidas eran mujeres domésticas; se fueron luego con las mujeres inteligentes y vieron cómo se hacían estúpidas; y ahora no pueden conseguir a nadie que se quiera dedicar a lo que originalmente criticaron como una estupidez. Es como si hubieran escupido sobre todo tipo de trabajo como tarea servil, y creado luego toda una generación incapaz de hacer trabajo alguno, para acabar por fin clamando en vano por alguien que haga el trabajo aunque sea servil. No hay para tales esperanza alguna, a no ser que empiecen otra vez al principio y consideren la paradoja de que los hombres libres pueden trabajar o de que las mujeres libres pueden quedarse en casa, sí, hasta en su propia casa. 

Nunca he entendido cómo surgió esta superstición: la noción de que una mujer tiene una parte muy modesta en la casa y una parte más excelsa fuera de la casa. […] pero no puedo entender cómo la tarea doméstica puede ser considerada inferior en lo que respecta a la tarea en cuanto tal. La mayor parte del trabajo hecho en el mundo de fuera es un trabajo bastante mecánico; y buena parte de él es sin duda alguna un trabajo sucio. Parece que no hay forma posible en que sea intrínsecamente superior al trabajo doméstico. Nueve veces de diez, la única diferencia es que una persona suda y se afana en un caso por gente que aprecia y quiere, y en otro por gente que ni aprecia ni quiere. […]

Supongo que el prejuicio ha surgido meramente del hecho de que las operaciones domésticas ocurren en un espacio pequeño y en un local privado. Aun eso es bastante ilógico en una época que está tan orgullosa de la historia experimental de la ciencia. Las hazañas científicas más espectaculares se han conseguido en un espacio que no es más grande que una salida de estar o un cuarto de niños. Un niño es más grande que un bacilo; y el mismo bebé es más grande y más vivo que un germen bajo el microscopio. Y la ciencia que se estudia en el hogar es la más grande y la más gloriosa de todas las ciencias -muy inadecuadamente indicada por la palabra educación- y nada menos que el misterio de cómo se hacen los seres humanos.» (Chesterton 1995)

Entonces aquellas que hemos decidido honrar el trabajo doméstico no podemos permitir que la sociedad nos haga sentir sin valor alguno. Por supuesto que es todo lo contrario como lo muestra Chesterton. Si nadie quiere hacer nuestro trabajo porque parece servil pues será mucho más valorado con el pasar del tiempo. Así que «¡Viva Cenicienta!» No podría ser una heroína mejor en este tiempo…

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Museo Louvre Abu Dhabi. Emiratos Árabes Unidos.

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¿Cómo tratas a tus hijos? ¿Crees que por ser varones tienen que aguantar tu maltrato como madre?

 

 

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Suesca, Colombia.

Muchas mujeres tenemos el privilegio de enseñar a nuestros hijos, pero en muchas ocasiones utilizamos el maltrato verbal o físico para lograr nuestros objetivos, especialmente con los varones. Creemos que tienen que aguantar todo porque son hombres. Ellos como en muchas ocasiones en su vida adulta guardan silencio y atesoran emociones. Este patrón lo reproducen cientos de veces, inclusive con sus esposas. Y otros prefieren quedarse al lado de su madre que maltrata, (porque una madre que no deja volar a su hijo, también está maltratando), para recibir uno solo y no de otra mujer diferente.

Estamos viendo la agresividad que los hombres cometen hacia la humanidad pero dejamos de lado el porcentaje de infanticidios que cometen las mujeres con sus hijos no nacidos e incluso con aquellos que vieron la luz de la vida y fueron asesinados sin que nadie lo pueda comprobar, porque nadie puede creer que una madre lo haga. Este porcentaje es parecido al que cometen los hombres con el resto de la sociedad. Estos datos muestran una realidad dolorosa y es el poder que tenemos con nuestros hijos como madres. La BBC, tiene un artículo que habla sobre la violencia de los hombres en el mundo, pero también habla sobre los infanticidios hechos en su gran mayoría por mujeres. Allí dice lo siguiente:

«En muchos casos, las mujeres matan para defenderse o para proteger a sus hijos.

Sin embargo, sí nos concentráramos en los infanticidios encontraríamos que la balanza del sexo de los perpetradores cambia, advierte Pueyo.

«Es muy raro que haya mujeres terroristas que se autoinmolen, pero las hay. Es muy raro que hayan hombres que maten bebés, pero también los hay. Ningún comportamiento de homicidio o asesinato es exclusivo de un género», señala Pueyo.

«Las mujeres son más autoras de infanticidios, especialmente de bebés, que los hombres. Parece fácil la explicación: ellas son las que están a cargo de su cuidado». ( bbc.com 20 de octubre 2016)

En este orden de ideas es muy importante conocer el alcance de nuestro poder para destruir a nuestros hijos, pero también los sentimientos profundos de los hombres y su sensibilidad oculta, para entenderlos. Son hombres desde que nacen y están a nuestro cuidado. ¿Creemos que tenemos derecho de maltratarlos especialmente porque tienen que aguantar por ser hombres?

El libro «Las Mujeres Son Malas, Los Hombres Son Buenos Por Naturaleza» explica esta realidad, pero además ayuda a cambiar esta concepción de maldad masculina que la sociedad se a encargado de exacerbar desmedidamente con la ayuda de las feministas recalcitrantes. Este libro salva matrimonios y además ayuda a que ejerzamos nuestro poder como madres de una manera más responsable y en su justa medida. Sé los recomiendo y les aseguro que después de leerlo sus vidas no serán las mismas.

Paola Vélez